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El líder necesita tener claridad, no certeza

Nunca se puede tener la suficiente certeza respecto al futuro, y en tanto se tomen decisiones basadas en ello, las probabilidades de fracasar son altas. Por eso el líder precisa tener claridad para dirigir, no necesariamente certidumbre.

En general, hay dos maneras de entender lo que significa claridad, la primera en su sentido semántico, esto es: la cualidad de claro (limpio, bañado de luz, que se distingue bien, evidente y manifiesto). Y la segunda de acuerdo a un criterio de funcionalidad que deriva de la primera: la ausencia de sombras u oscuridad.

En lo que respecta al liderazgo, es la segunda interpretación la que interesa, porque en tanto más dudas se disipen y menos interrogantes existan, mayor claridad habrá para tomar decisiones. Eliminar “sombras” es la mejor manera de apreciar el futuro.

El líder precisa “tener las cosas claras”. Punto. Aquí termina la responsabilidad.

La verdad es que las ciencias de dirección no tienen parentesco alguno con prácticas de magia o adivinación. ¡Nadie puede tener certeza de lo que sucederá más adelante! En tanto mejor se disipen las sombras que ocultan el camino, mejores resultados se pueden esperar. Eso es todo.

Ahora bien, la claridad en el liderazgo puede alcanzarse de tres formas:

Conociendo ampliamente el negocio y la industria en la que se opera (en presente y pasado).
Estableciendo objetivos claros para el trabajo.
Teniendo conciencia del costo involucrado en los esfuerzos.
Estos elementos permiten desenvolverse con bastante seguridad en escenarios de alta incertidumbre.

“Conocer el negocio” es fundamental, y nunca debe darse por descontado.

En primer lugar porque la interpretación de “negocio” no es siempre la que se piensa, y segundo, porque los intereses de la empresa pueden prevalecer sobre el propio negocio y complicar los escenarios competitivos.

Con respecto a lo anterior, es importante entender que negocio no es lo mismo que empresa. Esto debe quedar claro. El negocio es una función, la empresa una estructura. Esta última no existe sin el primero, y es en todo caso, una consecuencia del sano crecimiento de aquel.

El negocio de cualquier organización se explica esencialmente por las funciones de producción y ventas. Estas son las que generan la “utilidad, interés o provecho que se busca”. Todo lo demás es un agregado que se justifica como apoyo a lo primero. Las organizaciones no compiten en el mercado a partir de sus tareas contables, administrativas o financieras. Lo hacen a partir de sus ventas.

El liderazgo debe enfocarse siempre en la gestión del negocio, no necesariamente en la empresa. En muchas ocasiones los intereses son opuestos, justamente porque no existe claridad.

Hay organizaciones que alcanzan tal prosperidad que concluyen operando en función de los intereses de la burocracia. A esto responde la “razón de empresa”, y es el punto de inflexión para la caída. Se forman estructuras “obesas” alrededor del éxito obtenido y se asfixia el negocio.

Por eso, para tener claridad en el liderazgo, se debe tener profundo conocimiento del negocio que se maneja… y de su historia. Porque es cierto que mejor entiende el futuro quién conoce el pasado.

De igual forma corresponde aclarar que TODAS las organizaciones están conformadas por un negocio. En esto no hay excepciones que puedan involucrar a instituciones sin fines de lucro, empresas públicas, fundaciones u otros. ¡Toda organización produce y vende algo! Sólo así alcanza algún tipo de utilidad, provecho o beneficio. Y desde aquí… hace negocio.

Por otra parte, la exigencia de tener conocimiento respecto a la “industria”, se relaciona con la competencia. El líder debe conocer esto con meridiana claridad. Los competidores no sólo disputan el mismo mercado, buscan además “destruir” el propio.

¡Hay que tener las cosas claras!

Mucho de esto es cuestión de información. No cabe duda que todo líder debe estar bien informado y ser capaz de interpretar adecuadamente los insumos que recibe. Pero también es fundamental tener claridad en el conocimiento de los CONCEPTOS. En esto siempre deben disiparse malos entendidos y dudas.

A título de ejemplo y conceptualmente hablando, negocio no es lo mismo que empresa, ni Estrategia igual que Administración. No es el Marketing el que dirige las ventas, ni la Marca un objetivo del trabajo comercial. Estos conceptos (y otros parecidos), deben estar completamente claros para el líder.

Claridad en los objetivos.

Las condiciones apropiadas para tomar decisiones se fundamentan, además, en el hecho de establecer objetivos claros para el trabajo. Este es el segundo elemento para vencer la incertidumbre.

El planteamiento de objetivos es la tarea más importante y delicada del liderazgo. En tanto más calidad se tenga en esto, menos compleja resulta la dirección. Una buena parte de las veces, el problema no se encuentra en la acción, sino en propósitos y metas mal definidas.

¡La claridad de los objetivos es fundamental! Estos siempre deben ser “limpios, evidentes y manifiestos”.

HL Hunt, un hombre que se levantó de la bancarrota de su negocio algodonero en 1930 y llegó a ser uno de los 8 millonarios más grandes de los Estados Unidos en los años 70’s, fue consultado en una entrevista de televisión sobre el consejo que podía proporcionar a las personas que deseaban éxito financiero. Dijo:

“Primero debes decidir qué es lo que exactamente deseas conseguir. Muchas personas no hacen eso durante toda su vida. Segundo, debes tener claro el precio que tendrás que pagar para alcanzarlo y la resolución para hacerlo”.

Pues bien, esto es tener claridad sobre los objetivos, pero también sobre el costo que representará alcanzarlos.

Lastimosamente, en esta última parte de la tarea, pocos se aplican. Aquí es donde más dudas y sombras existen.

Sobre el costo que se debe pagar para alcanzar los propósitos.

El éxito tiene un costo. Y éste es completamente proporcional a la magnitud que tenga el primero. Por lo tanto hay que tener la misma resolución para gestionar el sacrificio que la que se tiene para visualizar la victoria.

Por esto es bueno tener presente que los líderes que solo muestran “la tierra prometida” pueden desgastarse con rapidez, en cambio los que comparten las vicisitudes y tragos amargos del camino, sostienen la energía colectiva que hace falta para alcanzar lo que se desea.

En este sentido bien decía Napoleón que el líder no es nada más que un mercader de esperanzas, lo que significa tener la habilidad de sostener el equilibrio entre medios y fines, o lo que es lo mismo, claridad sobre objetivos y también sobre costos.

Pocas cosas hay más útiles y efectivas que tener las cosas claras. Con mayor razón en el arte de comandar a los seres humanos. Las habilidades y destrezas son importantes, igualmente la actitud y el carácter, pero la claridad es la que permite que el camino se haga bajo luz y no entre sombras.

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